Regreso a Salvador de Bahia. Qué emoción volver a verla: tan sensual, brillante, negra… más bella que la primera vez y también tenemos la suerte de encontrar nuevamente a algunos amigos para una última moqueca con mandioca y feijoada todos juntos.
Regreso a San Pablo. Que impresión volver a verla: implacable, siempre cambiante, cosmopolita… en una mezcla de aliento de miradas, culturas, religiones, un corazón fuerte que nunca deja de latir.
Unas pocas horas y ya se puede sentir el aire electrizante de una puesta de sol ardiente, las que penetran el alma y hacen los pensamientos ciegos, ya caminando hacia el dulce descanso de la noche estrellada, débilmente iluminada por una luna de color miel …