El paisaje andino resulta extremadamente variable en el norte del Ecuador: a valles casi desérticas se oponen colinas verdes. Un largo recorrido nos lleva a Otavalo, pueblo que da hospitalidad a uno de los mercados indígenas mas importantes del país. Seguimos adelante hacia Quito, la capital, una gema suspendida entre los picos nevados de los volcanes andinos. Somos literalmente conquistados por el fermento socio-cultural que anima la metrópolis, en pocos días conocemos muchas personas, gente de la calle y artesanos, hablamos con asociaciones ONG (no gubernamentales) de cooperación, voluntariado y fundaciones culturales. Entramos en contacto con nuevos amigos que esperamos nos podrán ayudar en abrir un recorrido hacia el oriente. Afortunadamente descubrimos el museo etnográfico administrado por la asociación Mindalae, un interesante y muy creativo viaje en el colorado mosaico de las culturas ecuatorianas. Desde la influencia africana (región norte-occidental) a los grupos indígenas de la selva oriental (Shuar, Siona y Secoya, Achuar, Huaorani), capaces artesanos de la naturaleza, sin olvidar la cultura andina (Quechua).