Viaje desde Chachapoyas a Cajamarca

Nos despertamos en la madrugada, nuestra primera semana en Perú acaba con un viaje increíble: hacia el pasado, hacia el cielo, hacia un presente difícil pero autentico. La carretera que une Chachapoyas a Cajamarca es un camino sin asfaltar y polvoriento, que desaparece inexorablemente por el abandono y la natura. Nos unimos a la procesión de centenares de campesinos que, en el día de mercado, se encuentran en el pueblo de Yerbabuena (Río Utcubamba); llegan ahí aprovechando de cualquier medio de transporte disponible (camiones, caballos, toros) o caminando. Llueve y la humedad mezcla los colores y los sabores del mercado, las voces de la gente y el lodo. En esta atmósfera asistimos al milenario intercambio entre los productos del altiplano y los de la selva. Seguimos hasta el sitio arqueológico de Revash, interesante ejemplo de arquitectura Chachapoya. La carretera pasa por verdes valles hasta Leymebamba, donde visitamos el museo «Centro Mallqui», unas 200 momias Chachapoya descubiertas con numerosos hallazgos en cerca de la Laguna de los Condores. Ahora subimos rápidos, la vegetación desaparece y superamos los 4000 metros de altitud. Alcanzamos las nubes y podemos disfrutar de un paisaje maravilloso, a la caída de la tarde.

Asimismo empezamos un rápido descenso, hasta las aguas del Río Marañón, en el pueblo de La Balsa (500 metros s.n.m). Mientras cenamos, la camarera nos advierte que muchos asaltos armados han pasado por la carretera que va a Cendelin: nace una extenuante negociación con nuestro chófer, decidimos de seguir adelante. En la niebla llegamos a nuestro destino (Cendelin), ya es noche. Como nuestros compañeros (Michael y Lukas), estamos hechos polvo. El día siguiente viajamos de Cendelin a Cajamarca, horas y horas en bus. Una aventura inolvidable, un viaje por el Perú mas autentico.

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Nubes en Villa de Leyva

Nubes, nubes, nubes veloces; después sol, cielos estrellados. Y luna llena, centelleante… Las casi desérticas colinas que rodean Villa de Leyva esconden muchas sorpresas. El observatorio astronómico de los Muisca, pueblo indígena ya desaparecido sino en las miradas de algunos campesinos, es un sitio ceremonial (El infiernito) inmerso en el verde de los olivos. Cercano, un pequeño museo (El fósil) guarda el fósil bien conservado de un kronosaurus, cocodrilo prehistórico vivido cuando en la región se extendía un antiguo mar. Donde los Andes crecen en altitud y la vegetación desaparece definitivamente, en lo que llaman paramo, se esconden algunas maravillosas lagunas (Santuario de Iguaque), rodeados por un ambiente áspero y hostil. La laguna de Iguaque era lugar sagrado de los Muisca, los cuales creían que ello fue el sitio donde la diosa Bauché se despertó, llevando en sus proprias manos un niño, destinado a dar origen a todo el pueblo Muisca.

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