Casa ACAM, una historia de esperanza

El viento gélido del norte hace chispear las estrellas y temblar los vidrios de las fenestras mientras que nosotros, calentados gracias al fuego, escuchamos a Arturo que nos cuenta la historia de su increíble vida con Teresa, la directora de la «casa ACAM» (Asociación Comadronas Area Mam) y del proyecto que todavía los ve dedicados anima y cuerpo al fin de mejorar la condición de las mujeres y los niños de Concepción Chiquirichapa (en los alrededores de Quetzaltenango, Xela, región norte-occidental de Guatemala)… Al comienzo el hombre era maíz mejor dicho, en la cosmovisión maya, un ser que constantemente buscaba el equilibrio con las otras formas de vida, respetando las reglas impartidas por la Madre Tierra. Los profundos conocimientos de los antepasados Maya en materia científica, los llevaron a edificar una sociedad basada en un progreso que hoy día definiríamos sostenible, en el pleno respeto de los ritmos de la natura. Fue esa misma predisposición de los pueblos Maya a compartir cada recurso humildemente pedido a la Madre Tierra que los condujo a la desgracia, cuando fueron obligados por los europeos a seguir un modelo radicalmente diferente. Comenzó una fase tristemente conocida de marginación y persecución que, en Guatemala, culminó en los trágicos treinta años de la guerra civil (1970-1996): un sistema de poderes corruptos, la riqueza de los grandes propietarios terreros y la impunidad de la cual gozaba el ejercito, trajeron el caos y la violencia en el país. Enteros pueblos Maya fueron destruidos y las atrocidades hacia las mujeres y sus niños llegaron a ser la regla, mientras que los hombres (en mayoría campesinos indígena), fueron obligados por las facciones contrapuestas a matar sus propios símiles. Pocas personas pudieron librarse de esta trágica espiral de sangre. Arturo, la esposa y sus hijos empezaron un intenso viaje hacia el norte, después de tres años de resistencia come clandestinos en su misma tierra. Primero se establecieron en México, donde encontraron un ambiente extremamente hostil y de nuevo cayeron en la esclavitud por los latifundistas del café. Llegaron entonces a los Estados Unidos (1984), un país que en los años ochenta se dividía entre aquellos que apoyaban el terror en Guatemala y aquellos que acogían los refugiados en signo de protesta. Arturo y Teresa tuvieron suerte y encontraron una familia que los acogió como hermanos, aunque en las dificultades y con la constante pena de haber dejado su pueblo en la sangre. Desde ese mismo sentimiento, nació su voluntad de denunciar al mundo las atrocidades de la guerra civil guatemalteca y al comienzo de los años noventa, empezaron a viajar por los Estados Unidos informando la opinión publica que, cada vez se hacía mas sensible hacia la cuestión indígena y la situación latinoamericana. Empezaron relaciones de amistad con otros refugiados guatemaltecos y aumentó en ellos la voluntad de ayudar concretamente su país. En 1998, terminada oficialmente la guerra, Arturo y Teresa pudieron regresar al pueblo donde nacieron (Concepción Chiquirichapa), después de un exilio de casi veinte años: encontraron una comunidad en rodillas, muchos de sus amigos masacrados o desaparecidos. Decidieron que, para darle un futuro a su gente, tenían que construir una esperanza para aquellas mujeres y sus niños. Así nació la idea de la casa ACAM, un centro de apoyo a la familia donde las benevolentes comadronas (parteras tradicionales) de la región maya Mam pudieran reunirse y tener un espacio dedicado para la atención al parto. Durante una intensa actividad para pedir ayudas, Arturo encontró nuevamente una entusiástica respuesta en aquella parte de población norteamericana que lo había salvado hace años: gracias a los fondos, empezó la fase de construcción del centro, que culminó con la inauguración en 2004. Hoy la asociación ONG ACAM es una realidad que abre el camino hacia el futuro por la comunidad Mam y ya es un ejemplo de seguir, aunque mucho quede de construir. El entusiasmo de Arturo y Teresa deja sin dudas, ellos llevaran hasta el cumplimiento su lucha por un Guatemala mejor, orgulloso de su pasado y de su tradición Maya.

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Un muro, la ultima frontera de Latinoamerica

Estamos experimentando un mundo cada vez más vivaz y coloreado. Viajando a lo largo de la frontera, un lugar solitario pero fascinante en donde observamos las dunas del desierto, cactus y las colinas soñolientas, percibimos una alta tensión. Cada noche mucha gente que viene de América Latina y de China intenta cruzar la frontera como clandestino. Muchísimas pequeñas ciudades de frontera han nacido a lo largo de la frontera mexicana en los últimos años, para recibir en lugares cada vez mas lejanos a los que desean intentar esa hazaña. Durante el viaje encontremos muchas barricadas y nuestros documentos y equipajes han sido comprobados en varias ocasiones. Todo esto podría desaparecer cuando un muro divisorio, que está en construcción en la frontera entre Estados Unidos y México, será acabado. Dividirá dos mundos, que probablemente no necesitan este adicional factor de tensión.

Lleguemos en Hermosillo (Estado de Sonora) antes de la salida del sol, pero después del amanecer, la temperatura se levantó muy rápido: 35, 45, quizá 50°C. Llegó a ser imposible hacer cualquier cosa. Durante la noche, cuando la temperatura finalmente bajó lo suficiente, salimos a echar un vistazo: como esperábamos conocimos a un viejo hombre agradable, que nos dio las direcciones para alcanzar nuestra siguiente destinación, el Océano Pacífico.

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