Los pocos pueblos dan paso a bosques de pinos y plantaciones (muchos de kif), estamos sorprendidos por el contraste entre este exuberante paisaje y el desierto que dejamos hace unos días. Se respira un aire de frontera y pasado. La noche viene cuando podemos ver las formas sinuosas de Chefchaouen, Chaouen para sus residentes, la villa azul para los turistas. Un excéntrico músico, filósofo y viajero, Mauricio de Tolosa, que hubiéramos conocido en Nador, nos había recomendado el Hotel Goa y no nos atrevemos con paso firme hacia allá, acompañados por la sombra de un otro Mustafa. Le otorgamos un día entero para perderse en el laberinto de callejuelas que conforman la medina del pueblo. El ambiente es único y sorprenden los tonos de azul con los que todas las casas están cubiertas. Dicen que sirve para mantener alejadas las moscas durante la ola de calor de los veranos. El resultado visual es brillante y nos sentimos fascinados por esta ciudad. Pasamos la noche en Chefchaouen en compañía de Mohamed y Abdel Rahim, dos amigos de Goa.
Saidia, vistas del Mediterráneo
Saidia, la mas oriental de las playas del Mediterráneo marroquí, a pocos pasos de la frontera argelina. Algunas nubes amenazantes nos dejan preocupados, pero las olas de la playa de arena y la agua esmeralda nos invitan a dar un largo paseo. De pronto llega la noche y toda la multitud de turistas marroquíes desaparece, sólo quedan las gaviotas que nos observan curiosas. Nos sentamos en el bar cercano a la playa para tomar un té de menta y de inmediato conocemos a Mimon, que nos cuenta su vida entre las costas española y marroquí, más allá del mar Mediterráneo, llevando la preciosa kif.