Cordillera andina, el desierto y telescopios

Más allá del valle de Azapa se extiende infinita la sierra andina, donde el desierto se convierte en una librea roja espectacular. Es como aterrizar sobre Marte. A bordo de un Chevrolet años cincuenta, seguimos una pista débil en esta tierra inhóspita en la dirección de Putre, la ciudad que sirve como punto de partida para las visitas al Parque Nacional Lauca y el ascenso al volcán Taapaca. En esta parte del altiplano, la naturaleza muestra todo su esplendor y dureza. Grupos dispersos de vicuñas escapa saltando tan pronto como se oye el ruido del coche que se acerca. El viento azota los rostros de los indígenas que, consumidos por el sol y la altitud, están cubiertos en un último intento de defensa. El vínculo entre la tierra y el cielo siempre ha sido parte de la cosmogonía de los pueblos andinos, inevitable la atracción por estas montañas y la altitud del altiplano que se ha creado en las civilizaciones que vivieron en estos lugares.Todavía existe este anhelo de infinito que está bien representado por la presencia en el altiplano andino de varios centros de investigación gracias a grandes telescopios para la observación del espacio y los cuerpos celestes. Ejemplos de ello son el observatorio Panaral, Cerro Pachón y el observatorio Las Campanans observatorio. En años excepcionales, las lluvias raras vuelven a las tierras del árido desierto de Atacama, causando una explosión de la naturaleza y la aparición en unas pocas horas de áreas verdes y flores de colores brillantes, de los cuales muchos insectos hacen fiesta insaciables. Ellos saben perfectamente que el desierto deja muy poco tiempo para la abundancia.

Desierto Atacama Chile

Arica y valle de Azapa

Arica es el puerto mas al norte de Chile, a unos pocos kilómetros de la frontera con Perú. Al igual que todos los lugares de frontera, la ciudad entera es un gran mercado donde se intercambian bienes y donde la gente discute apasionadamente sobre los precios de los productos agrícolas y textiles, todos rodeados por el agradable olor de la comida andina: empanadas, chicharrones y rocotos rellenos. Una multitud colorida y amigable que acompaña la vida de esta creciente comunidad. A pocos kilómetros de Arica, hacia el interior y el desierto de Atacama, se encuentra una joya verde, un oasis de palmeras, olivos y árboles frutales que crece inesperadamente a los lados de un pequeño río de temporada, el San José. El entorno de este valle, llamado el Valle de Azapa, permite el cultivo de diferentes frutas, verduras y árboles de palma y de las conocidas aceitunas de Azapa, aceituna de una variedad de color púrpura, con la que se produce un aceite de oliva especial. Gracias a estas condiciones climáticas especiales y favorables, el Valle de Azapa ha sido habitado por los seres humanos desde tiempos remotos. El Museo Arqueológico de San Miguel de Azapa cuenta los últimos 10 mil años de esta tierra a través de los hermosos vestidos Tiwanaku que fueron descubiertos en muchos cementerios de la zona y a través de las momias Chinchorro, acurrucadas en un infinito reflejo final. Todo el valle está rodeado de colinas que fueron explotadas por los pueblos andinos como libros abiertos para contar su historia a través de representaciones de arte rupestre (petroglifos) de extraordinaria complejidad y tamaño. El valle de Azapa es un testimonio increíble de la riqueza y la distinción representada ahora como en el pasado, por la cultura y el conocimiento religioso y científico de los pueblos andinos.

Arica y valle de Azapa

San Lorenzo, protector de los mineros

Desde Antofagasta todos los caminos conducen al corazón del desierto de Atacama, un viaje a un misterioso abismo. La travesía del desierto en autobús, a pie y en parte en bicicleta, nos deja entrar en contacto con una tierra muy seca, un paisaje lunar causado por un sol tropical y sofocante. Sin embargo, incluso aquí pocos hombres valientes pueden vivir, sobre todo porque bajo la tierra estéril se esconde una increíble riqueza del subsuelo. En el camino hay oasis de polvo y coches de los años cincuenta, los pueblos mineros fueron abandonados a su suerte infame, tragados por la arena y el paso del tiempo. Pedro de Valdivia, María Elena, y Quillagua.
La tierra roja esconde, además de los minerales, los incontables cuerpos de los que han venido hasta aquí para morir, unos pocos porque elegidos (la mina de cobre de Chuquicamata es la más grande del mundo), muchos otros por restricción (el régimen de Pinochet envió a estos páramos los disidentes a los trabajo forzoso). Un recuerdo imborrable de estas tragedias son las tumbas de Pisagua. La memoria de estos abusos extendió la devoción a San Lorenzo, considerado por los chilenos como el protector de los mineros y celebrado el 12 de agosto de cada año. El escondió los bienes materiales de la iglesia bajo la tierra para protegerlos de la voracidad del emperador Valeriano. Del mismo modo, los chilenos están luchando para mantener el control sobre sus recursos naturales (oro, plata, níquel, molibdeno, azufre, etc.).
María Elena es un pueblo colgado en el viento, la presencia de fantasmas llena el vacío de una comunidad oculta. Todo desaparece en el calor de la tarde, pero incluso en la noche, cuando el calor afloja su control, la comunidad no se llena de vida. Las renuncias por una vida de privaciones han cubierto con matorrales polvorientos cada casa, cada objeto. Nos detenemos en un patio de recreo donde los cambios han muerto por la herrumbre y el abandono, cruje cada mecanismo, los niños ya han dejado estas diversiones, incluso antes de nacer.

Maria elena chile mineros san lorenzo

Donde empieza el desierto de atacama

El paisaje, un par de horas al norte de Santiago, poco a poco comienza a marchitarse. Estos son los primeros signos del desierto de Atacama, que se encuentra en el norte de Chile. Chañaral es una ciudad en la costa del Pacífico, donde la frontera entre el mar y el desierto comienza a ser incontenible. Don Hugo era un hombre incansable del mar, que en su madurez ha inventado una forma innovadora para sobrevivir y al mismo tiempo dar empleo a muchos de sus conciudadanos, sólo aprovechando de las especiales condiciones climáticas de la costa chilena. De hecho, en Chañaral la sequía comienza a ser un problema, pero la diferencia de temperaturas entre el día y la noche, la proximidad al mar y la conformación de la zona montañosa, asegúran que todas las mañanas sobre la ciudad pasa una gruesa capa de niebla húmeda. Don Hugo ha inventado un sistema de hojas que atrapan la humedad y provocan que se condense en el agua. Un ingenioso sistema de recogida, canalización y despresurización del líquido hacen posible transportar el agua 800 metros por debajo, donde hay algunas casas y plantaciones. Cada día, el sistema es capaz de generar alrededor de 5.000 litros de agua potable. En la noche nos dirigimos a Antofagasta, la última ciudad importante antes de entrar en el desierto, y, finalmente, en la región de las minas chilenas. Padre Hurtado, un santo jesuita muy conocido y venerado en Chile, un hombre práctico y cercano a los trabajadores de la tierra y a los mineros chilenos, vela por este mundo submarino.

Chanaral Antofagasta chile

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