Un amanecer en Huaraz

Un amanecer en Huaraz vale el espectáculo de 30 cumbres nevadas ruborizarse, en el rosa transportado por el viento gélido. Un amanecer en Huaraz vale la sonrisa de una señora temblorosa, gritando «¡Tamales!». Un amanecer en Huaraz te asombra hasta hacerte chillar que has conquistado el techo del mundo, o quizás solo la meta de un largo camino. Un amanecer en Huaraz te quita el respiro, para llevarte donde solo los cóndores andinos se atreven. Un amanecer en Huaraz vale 10 meses de viaje nómada y tantas aventuras, es la alegría del tiempo y el entusiasmo de descubrir siempre nuevos horizontes. Ahora el día con sus colores, el mercado campesino y las mujeres bromear, las tímidas sonrisas de los niños, una cabalgata o una larga caminata hacia las lagunas de esmeralda (Llanganuco y Churup)… y tantas pequeñas historias para recordar.

Cordillera Blanca de Huaraz foto panorámica Huascarán Alpamayo Perú

Parque Nacional Cotopaxi

Por suerte, exactamente en frente al puente que es la puerta de entrada al pueblo de Latacunga, un joven nos anima a subir a su pequeño micro. Es temprano en la mañana, empieza entonces nuestro viaje hacia el cráter nevado y perfectamente cónico del volcán Cotopaxi. La carretera sube inexorablemente: tres mil, cuatro mil, cinco mil metros, el paisaje es de los que te dejan sin aliento. El silencio es dueño de estas tierras ventosas, poblada por los animales que mejor supieron adaptarse al difícil clima andino (alpaca, cóndor, puma, caballos salvajes y otros pequeños). Así soñamos de subir hasta la cumbre del Cotopaxi para dominar un horizonte sin limites, pero escalar el volcán activo mas alto del mundo no es una aventura que se pueda organizar en cinco minutos… algunos caballos, orgullosos de su libertad, nos siguen sospechosos mientras caminamos alrededor de la laguna Limpiopungo. Tres impresionantes cóndores de los Andes acarician la cumbre perdida en las nubes del volcán Rumiñahui, siguiendo un sol caliente y luminoso (de verdad el dios Inti en la cultura incaica) que sin éxito busca un espacio en el manto neblinoso. nómada

Cuando regresamos, hacemos una parada en el pueblo de Saquisili, lugar donde cada jueves hay uno de los mercados indígenas mas colorados del Ecuador.

Nevado del Cotopaxi volcán Parque nacional alpinismo andinismo Andes Ecuador

Condor y valle del Colca

En la estación de Arequipa, pocos viajeros se mezclan con la multitud de personas que regresan a sus aldeas de origen, tras una visita a familiares en la ciudad o después de un día de trabajo. Son nativos que van en muchos pequeños pueblos que salpican los valles andinos. Seguimos un camino similar hacia el Valle del Colca, encontramos tierras azotadas por un viento frío, el páramo andino y los pasos que alcanzan los 5.000 metros. Estamos rodeados de pastos, rebaños de llamas y alpacas y chozas de los campesinos aymaras que viven atrás de los animales en sus movimientos perpetuos en busca de forraje. La vida nómada. Llegamos a Chivay, un pueblo en la desembocadura del Valle del Colca, donde el ambiente es muy tranquilo y donde aún existen fuertes lazos con los estilos de vida antiguos. Para demostrarlo, una desconfianza sutil que la población local muestran hacia nosotros. El tiempo parece estar suspendido en este valle, el ciclo de la vida persigue el sol y la tecnología no altera este delicado equilibrio con la electricidad. Chivay se encuentra a unos 3800 metros sobre el nivel del mar, que en sí mismo sería suficiente para hacer la vida más difícil: el soroche, tal como se define en el lenguaje local la enfermedad de la altitud, implacable afecta a las personas que no han nacido de esa vida. Los niños son curiosos por los caminos que conducen a sus cabañas fuera del pueblo, llevando con ellos algunos animales, a menudo ovejas o alpacas. Esta es su tarea diaria, en lugar de la escuela. Sonríen. En las laderas de las montañas que rodean el valle, mirando con cuidado, se pueden ver grupos de vicuñas, la única especie de camélido andino que no ha accedido a ser domesticado y continúa su solitaria existencia en los lugares más inaccesibles de la cordillera de los Andes. Más arriba, en el claro cielo de la mañana, vela impasible un raro cóndor de los Andes, el verdadero gobernante de este paraíso majestuoso. En Pinchollo, se desvanecen las imágenes de un pasado lejano en el resurgir de las tímidas miradas de la gente, y nos dicen…

«Estaba masticando coca, a los cuatro años
alpacas fueron más rápidos que yo
Todavía estaba masticando coca a los diez años
el terreno era más duro que yo
Todavía estaba masticando coca a los veinte años
los niños estaban llorando más fuerte que yo
Ahora tengo casi treinta años
y sigo masticando hojas de coca
porque mis hijos se han ido
pero yo estaba tan triste a qué
la muerte me llevaría
y tiempo de llorar
Aquí en el altiplano, no hay ninguno «

Valle del Colca

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