Desde Arequipa hacia el Lago Titicaca

Regreso a Arequipa para saludar a algunos amigos que salen de la ciudad blanca. Yanahuara es una pequeña ciudad en cerca de Arequipa y nos invitaron allí para unirnos a una fiesta de tradiciones arequipeñas: la música criolla, chicha (cerveza tradicional andina de maiz) y la deliciosa comida peruana (rocoto relleno, pastel de papa, chicharrón y cuy). Arequipa es una suave descubierta: la ciudad es preciosa, con edificios patrimoniales (catedral, convento, Juanita), impresionantes paisajes, gente amable.

Al día siguiente, decimos adiós a todos los amigos que hemos encontrado en Arequipa, y despues viajamos hacia el hermoso Lago Titicaca, con el fin de unirnos a la fiesta llamada Semana de Puno.

Lago Titicaca amanecer Perú

Condor y valle del Colca

En la estación de Arequipa, pocos viajeros se mezclan con la multitud de personas que regresan a sus aldeas de origen, tras una visita a familiares en la ciudad o después de un día de trabajo. Son nativos que van en muchos pequeños pueblos que salpican los valles andinos. Seguimos un camino similar hacia el Valle del Colca, encontramos tierras azotadas por un viento frío, el páramo andino y los pasos que alcanzan los 5.000 metros. Estamos rodeados de pastos, rebaños de llamas y alpacas y chozas de los campesinos aymaras que viven atrás de los animales en sus movimientos perpetuos en busca de forraje. La vida nómada. Llegamos a Chivay, un pueblo en la desembocadura del Valle del Colca, donde el ambiente es muy tranquilo y donde aún existen fuertes lazos con los estilos de vida antiguos. Para demostrarlo, una desconfianza sutil que la población local muestran hacia nosotros. El tiempo parece estar suspendido en este valle, el ciclo de la vida persigue el sol y la tecnología no altera este delicado equilibrio con la electricidad. Chivay se encuentra a unos 3800 metros sobre el nivel del mar, que en sí mismo sería suficiente para hacer la vida más difícil: el soroche, tal como se define en el lenguaje local la enfermedad de la altitud, implacable afecta a las personas que no han nacido de esa vida. Los niños son curiosos por los caminos que conducen a sus cabañas fuera del pueblo, llevando con ellos algunos animales, a menudo ovejas o alpacas. Esta es su tarea diaria, en lugar de la escuela. Sonríen. En las laderas de las montañas que rodean el valle, mirando con cuidado, se pueden ver grupos de vicuñas, la única especie de camélido andino que no ha accedido a ser domesticado y continúa su solitaria existencia en los lugares más inaccesibles de la cordillera de los Andes. Más arriba, en el claro cielo de la mañana, vela impasible un raro cóndor de los Andes, el verdadero gobernante de este paraíso majestuoso. En Pinchollo, se desvanecen las imágenes de un pasado lejano en el resurgir de las tímidas miradas de la gente, y nos dicen…

«Estaba masticando coca, a los cuatro años
alpacas fueron más rápidos que yo
Todavía estaba masticando coca a los diez años
el terreno era más duro que yo
Todavía estaba masticando coca a los veinte años
los niños estaban llorando más fuerte que yo
Ahora tengo casi treinta años
y sigo masticando hojas de coca
porque mis hijos se han ido
pero yo estaba tan triste a qué
la muerte me llevaría
y tiempo de llorar
Aquí en el altiplano, no hay ninguno «

Valle del Colca

Arequipa y Juanita, señora de las nieves

Arequipa, una joya en los amplios valles del sur del altiplano andino peruano, es conocida como la ciudad blanca del Perú. Una ciudad tranquila y acogedora, donde aclimatarse antes de ingresar en zonas remotas de los Andes. Rodean la ciudad los picos de tres volcanes, el Misti (caballero, con su forma cónica perfecta), el Chachani (encantador) y Machu Picchu (arriba arriba) en el idioma quechua. En un sótano del Convento de Santa Catalina en un abrazo eterno se encuentra la momia de una niña (apodada Juanita, la señora de las nieves) sacrificada en un ritual en el Cierro Ampato por los incas hace 500 años. El encuentro con un «viejo loco», como se presentó, nos deja una clara idea de este mundo, América Latina, sentados en una pequeña plaza de Arequipa, a la sombra de unos naranjos en flor, comenzamos una larga conversación sobre la vida y las tradiciones de los Andes y de Arequipa. El viajó mucho en su juventud, siendo un artista de la calle, y sus recuerdos siguen siendo brillantes. Hablamos de la mágica combinación de estados de ánimo, colores, sabores, música y experiencias que experimenta el viajero en sus peregrinaciones. En Arequipa es fácil encontrar muchas personas, en parte porque el clima es muy hospitalario. Recibimos una invitación a la casa de un joven, fuera de la ciudad. Llegamos a conocer a sus abuelos, que cuidan los campos de alfalfa y maíz, y nos preparan para un almuerzo rico y delicioso acompañado de abundante y tradicional chicha, una bebida fermentada de maíz, ligeramente alcohólica. Sentados alrededor del fuego comemos y escuchamos con interés la historia de sus vidas, en medio de alegrías y sacrificios. Después del almuerzo, aprendemos los conceptos básicos necesarios para tocar la quena, la flauta típica usada en la música andina.

Arequipa el misti Juanita, señora de las nieves

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