Santa Cruz y tren expreso oriental

Después de pasar un largo período en la altitud andina, bajar bruscamente a la cuenca del Amazonas es una emoción, no importa que el clima sea muy cálido y húmedo. Santa Cruz de la Sierra se encuentra en el centro del comercio interno de Bolivia, sino también desde y hacia otros países latinoamericanos vecinos (Brasil, Paraguay, Argentina). No es casualidad que Santa Cruz, sin ser una ciudad con una intensa historia, está ahora a ser la capital económica de Bolivia y el objetivo final de una intensa migración interna, impulsada por la búsqueda de trabajo. Santa Cruz ya es una ciudad de frontera al este, porque el gigante brasileño está cerca y con Paraguay comparte una franja de tierra llamada el Chaco, una especie de sabana latinoamericana, una zona poco poblada y semi-áridas que sólo en la frontera se convierte en el Pantanal, gracias a la afluencia de agua del río Paraguay y sus afluentes.
Esta tierra es atravesada por el tren expreso oriental, un serpiente de acero que conecta todos los días Santa Cruz a Quijarro, último pedazo de tierra boliviana antes de Brasil.

Santa Cruz de la sierra chaco Bolivia

Cochabamba y Villa Tunari

Escuchamos por horas la música que viene de las profundidades de la selva: todo estos cosmos de exuberante vegetación, animales misteriosos y artesanos de la naturaleza respiran al unísono, sin cesar. Al borde de este mundo fabuloso queda Villa Tunari. Cruce entre los andes y la cuenca del amazonas, entre el mundo marrón y el mundo verde. No debe extrañar que en la cultura pan-amazónica el color verde toma tantos matices, que se identifica con muchas diferentes palabras, en las lenguas indígenas. Después del río Chapare, allá donde el progreso caótico lanzó su desafío a la naturaleza, todavía no hay un claro ganador, pero la pérdida de esta gran cantidad de energía, cultura y armonía sería un crimen imperdonable.

Y Cochabamba nos mira con incredulidad, en su eterna primavera por encima de la niebla del amazonas, orgullosa de sus peleas que la hicieron un ejemplo en el mundo por haber establecido firmemente el derecho al agua como un bien común.

Villa Tunari, Amazonia Bolivia

Potosí la rica y buen vivir

Un largo camino entre La Paz y Potosí, engaña el mapa: son mas de diez horas en autobús a través del más salvaje altiplano andino de Bolivia. «Soy Potosí, la rica»… Gracias a la mayor mina de plata del mundo, esta ciudad ha experimentado un increíble esplendor colonial, en gran parte todavía visible porque desde cuando el hambre de plata se redujo, el tiempo se detuvo en Potosí. La ciudad es ahora un fósil con un pasado brillante, una joya entre los picos que, por la exagerada altitud del altiplano andino, se reducen a meras colinas, desnudas y coloridas. La gente es amable y con mucho gusto nos inician a los secretos de Potosí: su tranquilidad, sus fiestas, la belleza oculta, los personajes que vivieron ahí y el incontable número de mineros que han dejado sus vidas persiguiendo la riqueza efímera en las entrañas del Cerro Rico, en la guarida del diablo.

A Potosí se aplica muy bien el concepto de vivir bien boliviano, un conjunto de propuestas y recetas casadas por el pueblo boliviano, al menos en palabras, con la visión de asegurar una futuro de consenso y progreso sostenible, en armonía con la madre tierra y el respeto de las especificidades culturales de Bolivia, un país vasto y diverso que se extiende desde los Andes hasta el Amazonas, con una caleidoscópica riqueza de culturas. Uno de los postulados del vivir bien es saber cómo comer bien. En Potosí probamos un plato que resume el concepto, la k’alaphurka: una deliciosa sopa de tomate, pimiento, ají (salsa picante), choclo (maíz tierno), carne y algunas especias, que se cocina en piedra pómez y se sirve en una cazuela de barro. Un plato de grande actualidad debido a su sencilla origen y sus ingredientes locales.

Potosí bolivia

Camino del oro, Incachaca y Santa Rosa

Segunda parte. Nuestro increíble viaje continúa desde Consata y el ambiente que nos rodea se vuelve más y más amable con nosotros. Hemos construido una amistad que puede derribar el muro de la diversidad y desconfianza. Admirando la belleza salvaje de los Yungas, hemos recibido algunas lecciones de quechua y aymara (Inti y Lupi por la palabra sol), las lenguas habladas por la población indígena. Nos centramos en los conceptos esenciales, como los amigos, la familia, el bosque, las montañas, el cielo, el sol y la luna.
En el medio de la noche, después de dar los saludos a nuestros amigos de Consata, encontramos un pasaje a Incachca, por el camino del oro en dirección de Santa Rosa. Un sendero lleno de baches lleva en el corazón de la selva a través de un paisaje nocturno de encanto incomparable. La foresta está animada por los sonidos de miles de seres vivos, que respiran, cantan y bailan al unísono. Percibimos toda la inmensa energía de la Pachamama. Con nuestros compañeros de viaje llegamos a Incachaca en la noche, donde acampamos bajo las estrellas, pero estamos tan emocionados que no podemos dormir. La selva nos muestra el enfoque de la madrugada con un creciendo de músicas. Llegamos a Santa Rosa.

Consata y Incachaca bolivia

Sorata hacia la ruta del oro

Parte primera. Desde La Paz el pequeño y abarrotado autobús sube y sale lentamente hacia Sorata, acogedor complejo situado en las faldas del Cerro Ancohuma (Janq’u Uma en aymara). De esta meseta comienza un descenso furioso a los Yungas, la zona de transición entre las tierras altas y la cuenca del Amazonas. La niebla envuelve este mundo encantado y a veces tenebroso, donde abismos repentinos abren en valles sin fondo.

El pueblo de Consata se esconde precisamente en uno de estos valles, donde queda el río del mismo nombre. El pueblo nos recibió con gran hospitalidad y una delegación de jóvenes y adultos nos acompañó para una excursión agradable e interesante a lo largo del río. Aquí comienza òa parte más intrigante y complicada de nuestro camino hacia el descubrimiento de la Bolivia desconocida.

Consata, amazonia bolivia

Ayacucho y anticucho

Desde Andahuaylas el camino continúa incierto entre empinada subida hasta los 5.000 metros del altiplano andino y bajadas hacia la selva amazónica, a lo largo del valle del Chanka y los afluentes del Río Apurímac. Finalmente llegamos a Ayacucho, perla abandonada entre culturas indígenas, religiosidad y sincretismo, Sendero Luminoso.

Ayacucho, la ciudad de muchos amigos peruanos, también en sus caminos a algunos lugares fascinantes y exóticos. Ayacucho, la ciudad de los mejores anticuchos o despojos de bovino y papas asadas y de los mejores picarrones o panqueques con una salsa especial.

Ayacucho

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