Frontera Corozal, en la Selva Lacandona

La ultima noche mexicana fluye lenta pero inexorable, como el camino del río Usumacinta, en las orillas del cual ahora nos encontramos. La carretera que nos condujo desde el altiplano en cerca de Comitàn hasta Frontera Corozal, es un tortuoso recorrido por unos paisajes magníficos. Después de alcanzar las maravillosas Lagunas de Montebello, unos espejos de agua azul y verde esmeralda rodeados por pinos, la ruta empieza un descenso sin respirar hacia la jungla, siguiendo la linea de la frontera con Guatemala. Por eso lleva el nombre de «carretera fronteriza». Hasta el pueblo de Benemérito De Las Américas, observamos el fruto de decenios de explotación totalmente irracional del territorio. Con la promesa de una tierra, los campesinos del altiplano eran enviados (véase la experiencia del ejido Emiliano Zapata), cada vez mas adentro en la Selva Lacandona. Pero la ausencia de un plan agrícola inteligente condujo a la explotación de tierras cada vez mas extensas y menos productivas. Como dramática consecuencia, vemos una selva en agonía y el regreso de los latifundistas, en lugares donde nunca habrían podido llegar tampoco con recursos infinitos. En Frontera Corozal no faltan de estos problemas, pero parece que sus poblanos encontraron una buena alternativa en proyectos de ecoturismo, gracias a la belleza del río Usumacinta y a la riqueza de vida animal a lo largo de sus orillas (finalmente vemos unos monos aulladores). Ademas a unos pocos kilómetros de la comunidad quedan las ruinas maya de Yaxchilan y Bonampak.

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San Cristobal de las Casas

Por unos cuantos días nos hemos quedado en San Cristobal, corazón histórico y turístico del Chiapas. La ciudad es realmente muy acogedora e interesante, quizás demasiado frecuentada. Como siempre resultamos atraídos especialmente por la plaza del mercado y de la artesanía (situada en frente a la iglesia de Santo Domingo). Aquí disfrutamos de la ecléctica creatividad de las mujeres de los pueblos que viven en los alrededores de la ciudad (Altiplano: San Juan Chamula, Amatenango del valle, Simojovel, Zinacantàn, Oventic, Chenalhò…). En el hospedaje donde estuvimos, hemos conocido a unas personas bien majas y pasamos un buen tiempo. Recorriendo todas las estrechas pero coloridas calles de San Cristobal, se pueden descubrir cada día nuevos lugares, bares y comedores; pero nuestros pensamientos últimamente están dirigidos mas hacia Guatemala y el lugar donde cruzar la frontera.

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Desde la selva y comunidades zapatistas

Ultima parte. A las cinco de la mañana se va el micro che nos lleva desde San Quintin hasta Las Margaritas. Una subida que resulta aun mas difícil que el descenso desde Ocosingo. Después de unas horas de viaje por la carretera, llegamos al caracol de La Realidad: nuestro chófer conoce a todos y para por un descanso, aprovechamos de ello para hablar con algunas personas del pueblo, preguntando si podemos quedarnos en la comunidad. Desgraciadamente no somos afortunados, también por la actual situación de «alerta roja», las autoridades non pueden recibirnos, entonces decidimos de seguir adelante. En los días siguientes conocemos a una mujer chiapaneca que trabaja en las comunidades (el voluntariado generalmente resulta bienvenido) y nos confirma que con los extranjeros, la gente reacciona en manera imprevisible: si no eres aceptado desde el principio, el rechazo es casi seguro. Después de diez horas de viaje llegamos a Las Margaritas, un pequeño pueblo donde nos quedamos por la noche: otra vez en un mundo de casas hechas de concreto, carreteras pavimentadas y coches… algo tristemente familiar.

Termina entonces una experiencia inolvidable en el corazón de la vida latinoamericana, estamos hechos polvo pero super entusiasmados. Pensamos a la suerte de conocer en esta manera las comunidades indígenas de la selva. Los trabajos de pavimentación de la carretera que hemos recorrido, llevaran quizás unos cambios en la vida de las personas que viven en estos hermosos lugares, pero seguramente arruinaran para siempre la atmósfera autentica che hemos respirado… cuanto es precario el equilibrio entre progreso y mantenimiento de las tradiciones populares?

Manuel, su familia y la tierra

Parte Cuarta. La noche, en frente al fuego, Manuèl y su esposa nos cuentan la historia de su vida, que al final es la historia de muchísimos campesinos, indígenas y latinoamericanos, antes y después de ellos. Una aventura empezada en el año ’67, cuando el ejido Emiliano Zapata todavía era un proyecto del futuro y la Selva Lacandona se extendía virgen mucho mas allá de los actuales limites. Nos hablan de un entero año de privaciones para ahorrar el dinero del boleto aéreo y la primera inspección en la área del futuro ejido: a pesar de que la selva le daba miedo, Manuel no tenia otra opción y en el año 1968 dejó su pueblo nativo y tomó posesión de su pedazo de tierra, junto con su mujer. Siguieron años de dura lucha contra la jungla, el hambre y las enfermedades: de los 65 fundadores de la comunidad, solo veinte resistieron al primer año. Por unos meses comieron caracoles, después con mucha fuerza y animo consiguieron traer los primeros animales, el maíz y otros cultivos. Después tantos años, Manuel nos enseña orgulloso sus nietos y la pequeña escuela que pudieron construir. Vivimos la sensación que la aldea siga adelante muy bien, como una comunidad donde las personas se ayudan una con la otra, pero permanecen los problemas de siempre. La escuela no garantiza un servicio continuo (los maestros llegan desde Ocosingo y cambian cada rato), el medico atiende una vez a la semana y no puede visitar todos los necesitados (las carreteras en la región no son asfaltadas y resultan muy duras), los medicamentos son utilizados con parsimonia, pero siguen siendo un lujo inalcanzable…

Mientras comemos nuestra porción de sopa de verduras, en silencio pensamos a las ultimas palabras de Manuèl: «Los jóvenes se van del ejido porque no encuentran trabajo y nosotros, uno cada uno, estamos desapareciendo. Pero vamos a resistir hasta el ultimo día en nuestro pedacito de tierra, conquistado a sudor, sangre y lagrimas». Para saludarnos Manuel nos canta el himno del ejido, el y su esposa se emocionan hasta llorar: en esta noche nos enseñaron que en las dificultades se encuentra el camino mas sincero hacia una vida llena de serenidad…

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Ejido Emiliano Zapata y Laguna Miramar

Parte tercera. Adolfo nos despierta muy temprano en la mañana, pero nosotros somos tan lentos que, después de un sencillo desayuno y la búsqueda de las botas, cuando estamos listos, el sol ya brilla alto sobre nuestras cabezas… nos adentramos por un camino de unos diez kilómetros, hacia las orillas de la Laguna Miramar. Pronto entendemos como las intensas lluvias de la noche cambiaron profundamente el sendero, reduciéndolo a una franja de barro. Compartimos un buen tiempo con un hombre del ejido y sus dos hijos, hablando sobre la belleza del lugar, pero sobre todo escuchando fascinados su idioma, el tzotzil (junto al tzeltal, el principal de los idiomas nativos de origen Maya, que todavía se hablan en Chiapas). Al final nuestra aventura llega a ser algo casi épico, fatigando por milpas (campos de maíz) , caballos esqueléticos y jungla, pero los esfuerzos valen la pena: la Laguna Miramar es un espejo de agua cristalina, rodeado por una vegetación exuberante y sin huellas humanas. Trascurrimos unas horas olvidándonos de todo, pero la necesidad de regresar al ejido, nos lleva otra vez a la realidad.

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Viaje hacia la Selva Lacandona

Parte segunda. Es temprano en la mañana, pero la emoción nos tiene despiertos: cargamos todos nuestros sueños en la camioneta que nos va a traer hasta San Quintín, listos para compartirlos con las personas que viajaran juntos a nosotros hacia la Selva Lacandona. Dejado Ocosingo, el recorrido sigue suavemente los valles cubiertos de pinos y campos de maíz… bajamos lentamente, el aire parece cada rato mas pesado y la selva mas verde. La carretera no pavimentada y llena de barro nos lleva por pequeños pueblitos, donde desde las cabañas de madera salen las miradas asombradas pero curiosas de los niños. Después del caracol zapatista de Francisco Gomez, el bosque de pinos deja espacio a la jungla y empieza a llover. Casi es noche cuando finalmente llegamos a San Quintín, donde la carretera termina: percibimos la sensación de encontrar una comunidad bastante desordenada y caótica. Decidimos entonces de caminar hasta el ejido Emiliano Zapata, donde nos da la bienvenida el «Secretario de Turismo», Adolfo. Nos aloja en una maravillosa cabaña en cerca del río, rodeada por la selva y los aullidos de sus animales. Es noche cuando cenamos juntos con otros tres amigos en la casa del señor Manuèl, su mujer nos prepara un riquísimo pollo «en mole», cocido a leña. Estamos super cansados y en la oscuridad de la selva caímos dormidos sin ofrecer la mínima resistencia.

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Comunidad indígena de Chiapas

Parte primera. Durante el tiempo pasado en Ocosingo, fuimos observadores de una vida dura pero intensa. Día después día, las personas se volvieron cada vez mas abiertas con nosotros y la ultima noche conocimos a una familia oriunda de un pueblo por la carretera hacia San Cristobal, todos juntos con el padre que vendía dulces en la plaza. La madre, una mujer muy joven, era tan orgullosa de sus cinco hijos y tenia toda la razón como que eran bonitos, curiosos y amables. Hemos pasado toda la noche jugando con ellos… creemos que el concepto de pobreza no puede ser definido en términos absolutos: felicidad significa sorprenderse y sonreír por las cosas mas sencillas y estos niños nos transmitieron exactamente esta misma sensación. Cada comunidad, cada pueblo debería tener el derecho a satisfacer sus necesidades primarias (comida, agua, salud y paz) siguiendo la ruta indicada por su propia cultura y pasado. ¡La libertad no es para todos!

La historia que sigue es el resultado de nuestra experiencia en la Selva Lacandona, donde estuvimos en estrecho contacto con unas comunidades indígenas de Chiapas: algunos días que todavía nos permitieron acercar una realidad autentica, inolvidable y a veces extremadamente contradictoria.

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Ocosingo, pueblo olvidado de Chiapas

Chiapas, el estado mexicano donde es mas evidente la influencia del pasado y mas numerosa la presencia de población indígena. Lo podemos averiguar en el pueblo de Ocosingo: un tranquilo pero animado mercado donde vienen muchísimas personas desde las aldeas y las comunidades de la Sierra Chiapaneca, para vender productos de la tierra y artesanías. Sabemos por cierto que en los valles alrededor de nosotros, el mundo está dividido en dos partes, pero queremos conocer al lugar sin prejuicios. Ademas nos parece que hablar sobre ciertos temas sale muy complicado con la mayoría de la gente, solo nuestras experiencias podrán aclarar las preguntas sobre uno de los proyectos que mas tienen éxito en apoyar los derechos de los pueblos indígenas latinoamericanos… en el mercado Tianguis campesino, las mujeres que venden sus mercancías, como siempre rodeadas por los numerosos hijos, nos regalan unas sonrisas maravillosas, hasta maternas y tranquilizadoras. Estamos en un mundo nuevo, que nos emociona profundamente.

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Sitio arqueológico de Palenque

Amamos el sitio arqueológico de Palenque: la belleza y la grandeza de sus templos revelan la historia de una ciudad Maya rica y de figuras legendarias (sobretodo, Pakal), dejándolas todavía en el misterio. La selva cubre las ruinas, creando una ambientación maravillosa. Inevitablemente el bosque sí mismo sube al papel de actor principal, con sus colores y sonidos. Los numerosos insectos y pájaros, los tócanos y los monos aulladores (como los monos araña) empiezan su propio concierto, mientras que el “Palacio de las Inscripciones” nos cuenta sobre un pasado dorado: nuestra imaginación vuela entre la selva y las ruinas… es imposible no abandonarse a la fascinación por este lugar.

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Viaje hacia Chiapas

Después de quedarnos casi tres semanas en el Caribe, sol y playas paradisíacas, terminamos nuestra estancia en la península de Yucatan viajando desde Tulum a Mahahual. Esta pequeña aldea de pescadores, en el corazón de la maravillosa Costa Maya, nos deja vivir los ritmos mas genuinos del Caribe mexicano. Hemos dormido en unas cabañas, utilizando nuestras legendarias hamacas Maya (hechas de magüey)… aquí tuvimos la suerte de conocer un ecosistema muy particular, apenas en el rayo de 100 metros: selva tropical, pantanos de mangles, palmas de coco y arrecifes coralinos.

Finalmente, comenzamos otra vez nuestro recorrido hacia Chiapas. Después de una muy breve estancia en Chetumal, capital de Quintana Roo, pasamos cerca de la «Reserva de la Biosfera de Calakmul», a lo largo de la frontera entre México, Belice y Guatemala, cruzando numerosas aldeas de campesinos y la selva profunda. El gran llano de Yucatan termina tan repentinamente cuando empieza una hermosa región de verdes colinas, anunciando la Sierra Madre y el pueblo de Palenque. Finalmente llegamos a Chiapas, otro sueño de nuestra vida…

Cabañas Caribeñas durmiendo en nuestras hamacas Maya Mahahual Quintana Roo Yucatan México

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