Recorriendo una carretera sin asfaltar y sinuosa, regresamos al altiplano andino; y las emociones no tardan en llegar. Asistimos desde lejos a la erupción explosiva del volcán Tungurahua, solo pocas semanas después de nuestra estancia en Baños (bajo el cráter del volcán). Somos participes de un bloqueo en verdadero estilo latinoamericano y por algunas horas nos unimos a la gente de un pequeño pueblo y sus reivindicaciones. Luego de quedarnos unos días en Riobamba, pomposamente definida «Sultán de los Andes», nos dirigimos a Cañar. Desde ahí, un viejo autobús nos lleva hasta las ruinas Inca de Ingapirca. Mas allá del interés histórico, descubrimos un lugar encantador, donde la gente parece muy acogedora y sencilla, donde finalmente podemos acariciar los llamas, los camélidos andinos, que descansan distraídos en los pastos en cerca del sitio arqueológico.